“La
poesía persigue lo efímero”
Cristina
Peri Rossi
Decidí
iniciar esta presentación de La
noche y su artificio, el
más reciente libro de poesía de Cristina Peri Rossi, editado por
Civiles Iletrados, citando estas palabras que la autora expresara
en alguna de sus entrevistas. La elección de esta frase es porque
creo que el sentimiento de lo efímero atraviesa este libro:
“Entonces/comenzaba
el espectáculo de tus senos/esa obra perfecta/que un dios
enamorado/creó como un espejo/donde toda belleza se miraba/a sí
misma/como yo los contemplaba/sintiendo desde ya su pérdida/todo
huye irremediablemente/ todo escapa/nada se retiene/nada se
guarda/salvo en las paredes de un museo.”
Aquí lo contemplado ya es perdido, el acto de la contemplación
contiene en sí la certeza de lo fugaz, la conciencia de lo que no
será (o no podrá ser). Tal vez sea por eso que el yo lírico
expresa en otro verso que “la
memoria es una sobrevida”,
un anticipo del recuerdo, como si en el presente se tuviera
conciencia de lo que se recordará en el futuro y quien crea esa
supervivencia es el amor trascendiéndonos. Agrega: “viviré
más allá de mis años/en tu memoria”.
La persecución del paso del tiempo apoyado en la persistencia de la
memoria.
La
idea de la fugacidad está presente a lo largo de todo el libro, así
el poema “Detente instante eres tan bello” expresa “la
aspiración de retener lo pasajero/el ímpetu de atrapar lo
fugitivo”,
porque hay conciencia de la finitud a la vez que “vocación
de permanencia”
o mejor dicho, esa conciencia de la finitud es la que impulsa el
deseo de permanecer. Acaso sea el poema quien alcance la permanencia,
y sobrepase la finita materia de quien escribe y lo trascienda, en un
más allá de sí mismo. Pero es también por esa condición de fin
por la cual se escribe, tal vez una manera de dejar constancia de lo
vivido, para que no desaparezca, un registro que permita revivir el
pasado en cada nueva lectura.
El
arte en su totalidad busca la supervivencia, continuar vivo, para
ello recurre a distintas expresiones. Muchas son, en este libro, las
referencias hacia otras manifestaciones artísticas: pintura,
fotografía, música. Hay un diálogo permanente con estas otras
ramas del arte. Según la autora la poesía no está solo en el verso
sino también en la pintura, el cine, la música, la fotografía, por
lo que podríamos pensar que en La
noche y su artificio, el
libro que hoy presentamos, existe una intertextualidad con estas
otras artes, de modo que cuando el yo lírico menciona una pintura,
una fotografía, una música habilita a quien lee a contemplarlo
conjuntamente ampliando así, la capacidad perceptiva, dice:
“lejanos los ruidos nocturnos/escuchando a Brahms o Celine Dion”;
“he
visto sus cuadros –Balthus, Bacon, Coubert”.
Porque como la autora opina: “la
poesía es percepción y emoción, asuma la forma que asuma (verso,
palabra, relato, escena, composición musical)”
pues “la
poesía está en la mirada de quien contempla, no en la cosa en sí.
Está en la percepción no en el objeto”.
Shklovski,
teórico ruso, en El
arte como artificio
expresa que el carácter estético de un objeto es el resultado de
nuestra manera de percibir, y para que eso suceda es necesario el
arte, cuya finalidad es dar una sensación del objeto como visión no
como reconocimiento, porque el reconocimiento es parte del
automatismo y por lo tanto deja desapercibido el objeto. En cambio la
visión muestra el objeto como si se viera por primera vez,
desautomatiza a quien contempla y a lo contemplado. Shklovski dice
de la necesidad de liberar al objeto del automatismo perceptivo. En
La
noche y su artificio, de
Peri Rossi, son muchos los momentos en que este modo de mirar se
presenta como si se mirara por primera vez, liberando dicho
automatismo perceptivo. Así, en la contemplación de la amada
expresa: “al
besar tu sonrisa/al encender tus senos como faros de Alejandría”
o “la
herida que se abre en mi costado/cuando tú me faltas”,
mediante los recursos de la comparación y la metáfora el objeto
adquiere una dimensión diferente, llamando la atención sobre sí
mismo, creándole un nuevo significado, más una “visión” que un
reconocimiento.
En
torno de la percepción, la contemplación del yo y el encuentro con
otras artes, hay evidencias en muchos de los poemas de este libro. El
yo contempla, en ocasiones, como si contemplara un cuadro. En varios
poemas el yo mira a través de una ventana, un balcón, una terraza,
elementos que enmarcan el paisaje como si fuera un cuadro o una
fotografía: “a
la noche/en la pequeña terraza nocturna/de lejos muy lejos el mar
oscuro/la ventana escondida/el cielo despejado”,
otras veces el yo contempla a través de otra contemplación, la
contemplación del tú: “te
asomas desde el gran ventanal/sobre la ciudad/(las agujas de la
sagrada familia/la torre Agbar y el triángulo gris del mar)”,
estableciéndose de este modo un juego de miradas, una dentro de
otra, el yo mira lo que ve el tú y los lectores vemos a través del
yo lo que el tú contempla, en una mirada del paisaje desde un
adentro que supone un salirse hacia el paisaje, fundirse con él, el
ojo que mira es a su vez creador de lo contemplado y por tanto
transforma lo mirado en objeto artístico, genera una nueva imagen,
un nuevo modo de ver. Y al mirar selecciona, recorta un fragmento de
lo visto en la realidad, porque como dice Peri Rossi “la
poesía se trata de una percepción no vulgar. La poesía exige un
refinamiento de los sentidos y de la inteligencia”.
Así
también ingresamos al tema del amor con su contracara del desamor,
entre la amante y la amada, a la percepción del objeto amoroso. El
amante refinado, en este caso, la amante, que contempla hasta el
pequeño detalle de la amada: “y
la pequeña cicatriz de tu pie/invisible/para los amantes bruscos y
desatentos”.
El amante verdadero (el artista) ama la minuciosidad, observa el
detalle, esa pequeña cicatriz que libera al objeto, alguien que no
reconoce (en el sentido que da Shklovski al término) el cuerpo de la
amada, sino que lo ve, lo singulariza, hace recaer la atención en el
objeto mismo para quitarle el automatismo que lo haría pasar
desapercibido o inadvertido a otros ojos. Ese pequeño detalle
particulariza a la amada. Detalle que no perciben los que únicamente
buscan el placer genital, sin rituales, sin ceremonias, los que se
inscriben en una mirada vulgar, sin poesía, alejados del hecho
artístico.
El
erotismo está presente en todo el libro y cito nuevamente palabras
de la autora: “en
el erotismo hay un deseo de belleza que no existe en la genitalidad”,
a la vez que afirma que “la
belleza es inquietante”.
Veamos otro ejemplo en este libro: “el
bretel se venía abajo/-negro-/como la cinta de un telón
precipitado”.
La mirada del detalle construyendo plásticamente un momento, la
caída del bretel, inadvertido para amantes bruscos y desatentos. Así
el poema titulado “El amor existe” dice: “El
amor existe/para habitar el mundo/como si fuera/el paraíso/que un
amante distraído perdió/por pereza/por falta de sabiduría”.
Por falta de poesía, agrego, esa poesía que la mujer esgrime como
parte de su sensibilidad.
Es
la mirada atenta del amante quien construye la belleza del objeto
amoroso, es la singularidad de una mirada la que engendra, nace,
inventa, vuelvo a citar a la autora: “la
poesía está en la mirada de quien contempla”
y quien contempla, descubre, crea. Esto es, quien lee a través de la
contemplación del yo, origina también el poema.
El yo habilita a quien lee a co-crear, a re-crear. Es decir que el
acto de mirar en estado de éxtasis o enamoramiento trasciende la
cosa en sí para volverse universal, y esta es una de las
características del arte y la poesía, trascender la particularidad
del yo para volverse de todos. Una subjetividad dentro de otra
creando (o recreando) el poema. Aunque el lenguaje no alcance a decir
(me vienen a la memoria los versos de Bécquer “yo
sé un himno gigante y extraño”),
aunque, como afirma la autora de este libro la comunicación absoluta
es imposible a través del lenguaje, así en el lenguaje y en el amor
no se alcanza a expresar nunca lo que se siente realmente porque el
significado va mucho más allá del significante. Del mismo modo en
la poesía y en el amor la vía de demostración es torpe si se la
compara con el sentimiento. El poema “Metáfora” lo expresa
claramente: “Hacerte
el amor/es una manera –torpe-/ de decirte que te quiero.”
Manera al fin, vehículo incompleto, como el lenguaje, pero que de
todos modos traslada, transporta. Porque si la poesía es metáfora,
es traslación de sentimientos, ideas, sensaciones. Traslación que
puede ser confusa o ambigua: “El
enamorado es un revolucionario,
ha sostenido Peri Rossi, porque
no hay nada más grande que el desorden amoroso”
y el poético, diría yo, porque la poesía desordena la lógica de
los hechos, “ve”, como decía Shklovski, en lugar de reconocer.
El enamorado y el poeta habitan el desorden, provocan la ruptura del
orden, de lo correcto, del deber ser, y se instalan o más bien
promueven la transgresión: “cuando
abandonamos el paraíso/territorio de los ángeles/para vivir en la
tierra/las mediocres rutinas cotidianas/ y quizás algún sobresalto
menos/una aceptación de la norma/que merezca algún premio
literario/o administrativo y el beneplácito social.”
O: “Cuidado
con los vecinos, los vecinos que no follan/ siempre se escandalizan
con los gritos ajenos/son capaces de llamar a la policía si se dan
cuenta de que estamos follando/pero jamás llamarían a la policía
si me estuvieras robando.”
La
poesía, como el amante, huye de la norma. Escapa de la máscara
perversa de lo “normal”, de ese aparato que la sociedad y el buen
gusto han creado como válido para las mayorías. Y el poeta, al
igual que el amante, encuentra refugio en la noche. Una noche que
des-cubre la realidad otra, la de “borrachos
que pelean por un culo de botella/la noche de mujeres-hombres y de
hombres-mujeres/embriagados en soñadora confusión original”.
La noche que revela el caos que el día ordena mediante la máscara
“cuando
todo vuelve a la normalidad/es decir/al plástico y al Facebook.”
La autenticidad entonces está en la noche y en su artificio, aunque
artificio, según el diccionario, signifique falta de naturalidad,
disimulo, medio para conseguir, encubrir o simular algo. Porque ese
algo que encubre el arte es en realidad des-cubrimiento,
desvelamiento, quitar el velo del sol. La escritora ha dicho “el
arte es justamente lo opuesto al deber ser”
y si bien, también en sus palabras, “la
escritura es, siempre, artificio (arte hecho), es decir creación
deliberada de belleza, aun en la belleza de la fealdad o el mal”,
para crear esa belleza es necesario despojarla, desnudarla, como la
entera desnudez de la amante que permite contemplarla detalladamente
hasta encontrar aquella “pequeña cicatriz” que hace a la
belleza, al arte. La pequeña imperfección expuesta y resaltada por
el yo, como marca identitaria que diferencia al arte de la realidad,
al día de la noche, a una forma de amar de otra.
La
realidad está llena de incertidumbre, de banalidades, dice Peri
Rossi. La realidad es ese facebook, esos vecinos alarmados, los
dictadores grandes y pequeños, mencionados también en el libro,
que habitan el mundo cotidiano: “los
de esta es mi mujer mi auto mi casa mi pistola mi pene”
los que hacen que la condición de mujer sea la de ser: “Deshechas,
reventadas, violadas/maltratadas, heridas,
reventadas…salvajes/consumidas…”
como se expresa en el poema titulado, justamente, “Condición de
mujer”.
La
realidad es:
“mucho trabajo doméstico/mucho trabajo en la oficina”
que ofician como antídoto del amor, de la poesía, del arte, pero
como dice el poema “Receta” cuyo asunto es el mal de amor:
“¿quién
me va a curar de la cura?”.
Tal vez la noche, la noche y su artificialidad, sea quien permita
habitar esa realidad otra, la despojada del plástico, la que puede
ganarle a la muerte. Y cito del libro el poema “La muerte que me
ronda” donde el yo le habla a la muerte: “conmigo
vas perdida… pero no me engañas… las que te llevas viven en
mí/más mías que nunca/lejos de tu alcance/como vive mi hermana en
este poema/escrito a tu pesar.”
Leer
La
noche
y su artificio
es habitar la melancolía y la nostalgia, es soñar, es arrebatarle
la belleza a la realidad, es estar en lo que no está, es la
conciencia que se anticipa a lo que no estará y ya es futuro
recuerdo, es traspasar la lógica del tiempo, transgredir para vivir
otra vida más verdadera, tal vez, que la del día, habitar la
incompletud que nos aleja de la norma para permitirnos ser, aun en la
falta, aun en la ausencia que la propia poesía crea, para habitarla
desde otro lado, acaso inconcluso pero siempre en creación.
Afortunadamente,
agrego como su autora, este es el lugar de la poesía, mientras
celebro la edición de este nuevo libro en Uruguay, porque la poesía
es una fiesta y hoy lo es más porque un nuevo universo poético
aparece entre nosotros. Universo que habita la noche en un nuevo
artificio (arte hecho) desde el cual mirar más allá de la realidad
circundante del sol del día, ver lo que no siempre se ve y lo que
caracteriza una diferente manera de sentir la poesía, el amor y la
noche. La lectura de este libro es una experiencia de creación y de
des-velo de nuevos sentidos.
Con
un lenguaje claro y directo que trasciende el significado alcanzando
otras profundidades, se despliega ante nosotros un cosmos habitado
por el erotismo, la conciencia de la finitud y la futura nostalgia de
lo que será perdido.
Haciendo
uso de la ironía y del humor, de la metáfora que transforma al
objeto permitiendo su visión, rarificándolo, llamando la atención
sobre él; denunciando aspectos oscuros de la realidad: el lugar de
la mujer en el mundo, la frivolidad de la apariencia, la torpeza de
los no amantes, la fugacidad del placer, así se nos presenta este
nuevo libro de Cristina Peri Rossi, tan lejana y tan cerca, para
permitirnos divisar otros horizontes no siempre visibles, nuevas
posibilidades perceptivas, y dejarnos participar, en fin, de la
belleza con todas sus maravillas y todas sus cicatrices.
(Montevideo, 1974. Es profesora de Literatura egresada del
IPA. Ha publicado Nada,
poemario premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de
Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005. Su
segundo libro Res
ha sido publicado por Ático Ediciones en diciembre de 2010 y obtuvo
el Primer premio en poesía édita del MEC, edición 2012. El presente trabajo crítico fue parte de la presentación de La noche y su artificio, de Cristina Peri Rossi, 17/03/2016, MAPI, Montevideo).
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