(Palabras leídas por Gonzalo Fonseca el viernes 21/04/2016 en la presentación del libro en Maldonado).
Hubo
un tiempo gris y más que gris. Alejandro Michelena, un joven de
unos 30 años, integra los colectivos Nexo,
Destabanda
y finalmente Cuadernos
de Granaldea. En
1978, Libros
de Granaldea
publica Formas
y Fórmulas.
En plena dictadura, Alejandro cita a Lorca al comienzo, marca la
cancha y señala a duendes
que hacen burla en el alero
con el
alma asfixiada
perdido
en un navegar paciente de los lunes.
Las formas de la vida transcurren en útero
en la sombra,
la
soledad, la noche.
Las fórmulas
incitan a la voz en
frecuencia modulada: en
un
radio
escondido
canta Joan Baez, como gracia de dios y
a Neruda
con
un sabor
potente de sal y estrellas. La prueba de que lates en el mundo se
da en
cada esquina,
en un
nuevo recodo,
en la esperanza
de una antigua casona para vivir, para cultivar huerta y amor y
poesía,
un
perro Tom, un gato danzarín.
Inquiere caminos
certeros en milagro del otoño, la luz de la mañana
entre los
rituales de la muerte en la almohada, el gris ataúd del calabozo, el
tanto frío del costado sur atlántico de América, esa triste
ventana. Con
textos de Formas
y Fórmulas
y de Triste
ventana
se publica en Suecia, en 1984, Rituales.
Comienza con una cita implacable del poeta griego Cavafy: No
hay tierra nueva, amigo mío, ni mar nuevo, pues la ciudad te
seguirá, por las mismas calles andarás interminablemente.
Michelena aprisiona la simbología melancólica, las pérdidas, los
amores esquineros, las jornadas rutinarias de ciudades portuarias en
los laberintos del gris, la lluvia siempre igual, el café urbano, el
país fantasma, la
compleja
representación de los Rituales en la vida propia y la del prójimo,
las actitudes de búsqueda, de redescubrimiento, de ejecución
persuadida de formas repetitivas de gestos, de actitudes, los ritos
obsesivos, los ritos de interacción, los ritos establecidos. Así
llegamos a Otros
Rituales,
el libro que presentan hoy los Civiles Iletrados. A través de este
hilo director es que se presentan estos
queridos papeles que
en cajones dormitaban
de Alejandro Michelena, inagotable narrador, ensayista, cronista,
periodista cultural, el
poeta indudable, como
fue designado alguna vez. Como subterráneo conocedor, y a contramano
del arbitrario olvido de la filosofía, pone en duda los principios
políticos que se presentaron como verdad revelada, y los desglosa en
clave de humor para entender los puntos específicos a la hora de
pasar revista sobre lo que está haciendo el hombre aquí y ahora en
el
sobre
abundamiento de datos que nos promete la realidad,
Pensando
en Groucho Marx,
o reflexivamente, en un
día más que gris de un gris otoño,
en un bar obligatorio en un Eterno
encuentro de Hegel y el profesor. O Ante
un viejo tomo de El Capital Y revisando Con Usura de Ezra Pound, la
Praxis
concreta con
salario impuntual y deudas impagas.
Ya
no hay dictadura, pero en el Gran
café: en
ese Incesante
rincón - ciudad en la ciudad - donde se pierden ilusiones nunca
destiladas dedica
la memoria, el dolor
Al
igual que todo lo que late
al caro
privilegio de permanecer: Las llagas están los testimonios estas
marcas imborrables por aquellos que no lo soportaron, por el hermano
que desapareció en la
noche
y bruma.
El Libro de Job, Virgilio, Horacio, o el mismo Lewis Carroll parecen
estar y están presentes en Otros
rituales,
en las aguas de El
Río,
en
el
tiempo que huye, el tiempo que se escapa, el tiempo que vuela:
Certera
certidumbre en medio de las fiestas de Mecenas o navegando por el
mare nostrum,
así pasa (Sic
Transit)
la gloria del mundo. Entre amores
lejanos, elogios de lo simple, dedicatorias (a la pequeña Mab, a la
monja, a Juanele o a Manuel Álvarez Bravo)
se cuela la eterna lluvia urbana, los cafés y los tangos, los bares
y los gatos, el transcurrir de la vida, los recónditos altillos, las
biromes y servilletas de Leo Masliah.

Tanto Heráclito como Parménides
habían intentado dos caminos contrapuestos para conquistar el
conocimiento de la realidad. El de Éfeso atendiendo a lo mudable, el
de Elea a lo eterno e imperecedero. Alejandro Michelena, llanamente
discrepa con Heráclito y toma partido:
Quedar
con
esta misma vida
para
siempre
beber
el agua
del
río conocido
acariciar
los rostros
familiares
por
una vez
y
otra
y
otra,
hasta
que la rueda gigante
se
detenga
y
quizá
tal
cosa no suceda
¿es
posible que nunca
los
pájaros emigren?
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