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Poesía con posibilidades: Laura Wittner publicada en Uruguay

Germán Machado
http://machadolens.wordpress.com/2012/04/19/poesia-con-posibilidades-laura-wittner-publicada-en-uruguay/

No suele suceder que en Uruguay se editen y se publiquen libros de poesía de autores argentinos. Recuerdo que en su momento, 1985, Ediciones de Uno publicó un libro de César Fernández Moreno: Introducción a César / 20 poemas, por lo que siempre le estaré agradecido a esa editorial, así como hoy le estoy agradecido a la editorial Civiles Iletrados, de Maldonado, por haber publicado una antología de la obra poética de Laura Wittner (Buenos Aires, Argentina, 1967) bajo el título: Noche con posibilidades.

Noche con posibilidades

«Noche con posibilidades», de Laura Wittner. Editorial Civiles Iletrados, Maldonado, Uruguay, 2011.

Este libro nos presenta la obra de una poeta que inició su andadura en los noventa y que en sus quince años de trayectoria lleva seis libros de poesía publicados: El pasillo del tren (Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996), Los cosacos (Buenos Aires, Ediciones del Diego, 1999), Las últimas mudanzas (Bahía Blanca, Vox, 2001), La tomadora de café (Bahía Blanca, Vox, 2005), Lluvias (Buenos Aires, Bajo la luna, 2009) y Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011). Pero además, este libro nos muestra, compendiada, un tipo de poesía que se cultivó en la otra orilla del Río de la Plata y que no tuvo mayores repercusiones en este lado del estuario.
Es cierto que internet nos da la posibilidad de leer lo que se hace en todo el mundo. Que las fronteras, entonces, no tendrían mayor peso en el trazado o la representación de los imaginarios poéticos vigentes. Pero sucede que la lectura en internet siempre es «hipervincular»: se salta de una página a otra sin lograr nunca una perspectiva clara del corpus de alguno de esos imaginarios. Eso es lo que pueden subsanar publicaciones como esta: mostrarnos el cuerpo de una obra, su desarrollo, su crecimiento, su evolución y también su coherencia.
Y así, en esta Noche con posibilidades, nos encontramos con un tipo de poesía, el de Laura Wittner, que se distancia de las estéticas neobarrocas de finales del siglo pasado, que también toma distancia de esa poesía «cloacalista» que hizo ruido a inicios de siglo, que asume una postura poética «objetivista», pero que hace todo eso desde una voz claramente identificable en su espacio y en su tiempo.
Un tipo de poesía que es coloquial en el uso del lenguaje pero sin desbarrar en lo chabacano.
Noche con posibilidades
Para todo habrá tiempo: para pedir cerveza
y que mientras él vaya al baño
yo encienda uno de sus cigarrillos
pero al sacarlo del atado otro más caiga
y se ponga a rodar
y cuando intente atraparlo llegue hasta
el charco que por algún motivo apareció
entre los vasos,
para que mientras considero
si dejar que el cigarrillo se seque
o hacerlo desaparecer
él vuelva del baño y descubra mi torpeza,
y así seguir enumerando
sin que ningún eslabón defina nada
sino que sólo implique – se produce
en muy raras ocasiones
este fenómeno, este diverso proceder
del tiempo:
ya no transcurre
cambió de dirección
cobra profundidad
se subdivide indefinidamente.
(p.42, en NCP, pertenece al libro: Las últimas mudanzas, Bahía Blanca, Vox, 2001)
Un tipo de poesía que es irónica, pero sin perderse en autorreferencias abúlicas. Que se distancia mediante procedimientos narrativos (y mediante un virtuoso uso del ritmo dado por la sintaxis y la puntuación) de cualquier efusión romántica, pero sin dejar de movilizar una lírica muy sugestiva, a menudo reforzada por una tersura fotográfica o cinematográfica.
Dentro de casa (7)
Toda una sorpresa
cuántas plantas florecen
o brotan en invierno.
Y de maneras no convencionales.
A una le sale un brote
en mitad de la hoja verde.
A primera vista parece bichada.
Hasta la más reacia, finalmente,
da una flor.
(p.50, en NCP, pertenece al libro: La tomadora de café, Bahía Blanca, Vox, 2005)
Una poesía que toma por referentes poéticos asuntos cotidianos, asuntos familiares o escenas del mundo de la vida, pero que remonta desde allí hacia una suerte de melancolía desencantada, que nos descentra como lectores (iba a escribir: espectadores), a la vez que procede a la desfetichización de los objetos tomados como asuntos del poema.
Huecos
Falta el vidrio
de la ventana del baño.
Un tablón de la persiana
se está por desprender.
Se me salió la corona
provisoria, y ya no paro
de creer que reconozco gente.
Todos los bares parecen estar llenos
de gente que conozco o conocí:
amigas de una amiga
vecinas de otra década
compañeros de estudio
que nunca saludé;
existirán, calculo,
unas diez caras
intercambiables en total.
Me siento a leer con
un lápiz y un pomelo triangulado
y estoy a punto de comerme el lápiz.
Hasta imagino el
sabor de la madera
y cómo cruje entre los dientes.
Mucho murmullo cruzado.
Lo de encontrar la luz es verso
o está en verso.
Como si todo esto no fuera
más que una ligera superficie
donde jugamos a danzar
–ratoncitos imantados–
y por debajo el vacío, seriamente,
se dedicara a desplegar sus pasadizos.
(p.89 en NCP, pertenece al libro: Lluvias, Buenos Aires, Bajo la luna, 2009)
Un tipo de poesía donde predomina el realismo característico de la narrativa de autores como Raymond Carver, pero que a su vez conecta con el «lúgubre esplendor» de un Kafka y con ese «humor judío» tan exquisito, como inquietante, propio de todo lo kafkiano.
te diré de qué estábamos hablando
me preguntaba
cómo podíamos mantener
una conversación tan tonta
toda la noche narrando
las proezas de la adolescencia
pero hoy al leer esta reseña
sobre una novela de Ridgway
de pronto lo comprendo
te diré
de qué estábamos hablando:
del amor en habitaciones
tomadas por asalto
del amor cálido y seguro
todavía lejos
de la primer descarga de tristeza.
(p.11 en NCP, pertenece al libro: El pasillo del tren, Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996)
Me pasa, a menudo, que me enfado con cierta poesía que, retorcida sobre sí misma, termina siendo una barrera para cualquier lector animado. En general, voy con cuidado cuando me acerco a la obra de autores de mi generación, pues suelo desanimarme con facilidad. La lectura de este libro, por el contrario, tuvo un efecto estimulante para mí y me ayudó a reconciliarme con la escritura de poetas que, nacidos por los mismos años que yo, vienen escribiendo una obra valiosa, a la que no siempre es fácil acceder desde esta orilla del Plata. El libro fue presentado en Montevideo y en Maldonado hace una semana. Y entonces, una vez dicho cuál es mi estado de ánimo, quiero terminar esta nota con un par de versos de Laura Wittner, y decir, casi esperanzado:
Así empieza un otoño;
así me gustaría que empezara.

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