EQUILIBRIOS DEL BOSQUE, de Blanca Emmi. Civiles iletrados, 2006. Maldonado. 61 págs.
ESTE CUARTO poemario de la montevideana Blanca Emmi, prefaciado por el poeta William Johnston, exhibe tres partes: "Muebles", "Equilibrios del bosque" y "(Posdata)". Esta última se compone de un único poema, breve, que se puede transcribir aun perdiendo los juegos con el espacio blanco de la página: "Retuerzo las palabras.// Las degüello/ - desplumándolas- / con dolorosa fascinación// Las dejo abandonadas al olvido// Vuelvo a ellas con un puñado/ de albahaca.// Permanecen en el plato/ como un hierro tibio/ que no logra quitarme/ el hambre." El paralelo entre las palabras y el ave sobreentiende a la poesía y su íntima, artesanal preparación, las hierbas finas, fascinantes, y un hambre siempre insaciable, que lleva a los poetas a recomenzar después del vuelo de cada poema.
ESTE CUARTO poemario de la montevideana Blanca Emmi, prefaciado por el poeta William Johnston, exhibe tres partes: "Muebles", "Equilibrios del bosque" y "(Posdata)". Esta última se compone de un único poema, breve, que se puede transcribir aun perdiendo los juegos con el espacio blanco de la página: "Retuerzo las palabras.// Las degüello/ - desplumándolas- / con dolorosa fascinación// Las dejo abandonadas al olvido// Vuelvo a ellas con un puñado/ de albahaca.// Permanecen en el plato/ como un hierro tibio/ que no logra quitarme/ el hambre." El paralelo entre las palabras y el ave sobreentiende a la poesía y su íntima, artesanal preparación, las hierbas finas, fascinantes, y un hambre siempre insaciable, que lleva a los poetas a recomenzar después del vuelo de cada poema.
A caballo entre un Arte poética y un Ars vivendi, el poema funciona como un epílogo de los poemas aquí reunidos, signados por la imagen siempre precisa, la elegancia de la idea, el vuelo circular entre la alusión y la elusión, la vigilancia de la inteligencia. Si hubiera que elegir el elemento común a este "Bosque", ese elemento sería el aire (viento, ave, alas), también bajo la forma de la tradición oriental: la madera. Para comenzar, se trata del elemento de los "Muebles" que constituyen la primera parte del libro. Los muebles son el refugio, el ropaje de un yo que se reencuentra cada noche entre las sillas, el pupitre, y principalmente, ese "vórtice" que es la cama, ese mueble muelle, en los dos sentidos de "muelle", por su molicie, sin duda, pero también porque es la escollera desde donde se parte y donde "desembarcan" esos seres que nos rodean, "andan en puntas de pie" y a veces llamamos fantasmas.
Finalmente, si el bosque es un símbolo gigante del inconsciente, en estos poemas el dormir, el sueño, vale como entrada en esa especie de más allá cotidiano, de mínima contracara donde la lógica de cierta "realidad" se desvanece. La lógica de la poesía del excelente libro de Emmi, sin ser "onírica" ni adherir a cualquier automatismo de la escritura, es más bien nocturna, o cercana a los juegos imprevistos de luces y sombras, un arte hecho en tonos pastel y sutil.
Alfredo Fressia
El País Cultural, 25.01.08
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